Hot Rods

La historia de una pasión de la sociedad americana, que lejos de quedar en el pasado, cada día se acerca más al presente, y más aun, muestra una clara proyección al futuro.

En la década del 30, luego de la depresión económica, los principales fabricantes de autos en EE.UU. observaron atentamente como los compradores se inclinaban por los autos de mayores prestaciones. Es así que comenzó una intensa competencia por poner en la calle autos reconocidos por sus logros en las carreras.

El viejo refrán decía: "gane el domingo, venda el lunes". Consideraron la importancia de dar a sus clientes motores cada vez más potentes. Ford tuvo una serie de modelos muy exitosos fabricados entre 1932 y 1940. Lo interesante es que son más buscados hoy que en su primera etapa. Para fines de los años treinta el interés por esos modelos crecía, y allí surgían los primeros encuentros para correr picadas.

Luego llegó la segunda guerra mundial. Las fábricas se dedicaron exclusivamente a la construcción de naves y artillería militar. Empleaban a miles de personas y se les daba capacitación en temas de mecánica. Otros miles eran soldados y conocieron Europa, vieron sus vehículos y su grado de avance técnico.

Una vez concluida la guerra, la vida de los ciudadanos americanos volvió a su normalidad cotidiana, pero con algunas diferencias. Su poder adquisitivo había crecido, pero a consecuencia de los cambios previamente explicados en la industria durante la guerra, tenían un parque automotor envejecido 6 años.

Todas las personas que tenían capacidad de ahorro, sumado a los conocimientos incorporados, dieron lugar al desarrollo de las carreras de picadas. Todos aquellos que modificaban sus autos no sólo lo exhibían con orgullo, sino que también querían medirse con otros que se dedicaran a la misma actividad, ver qué tan buenas eran las modificaciones efectuadas.

Buscaban autos de mecánica simple para poder entonces practicar en ellos arreglos y mejoras. En sus inicios, las picadas callejeras estuvieron fuera de control, causando accidentes y muy mala reputación a quienes preparaban Hot Rods. Más tarde, la voluntad de mantener las carreras sin tener problemas con la ley permitió la creación de la Asociación Nacional de Hot Rods (NHRA), que agrupaba por categorías a los corredores.

La realidad es que los Hot Rods van mucho más allá de las carreras de picadas. Hoy en día cientos de entusiastas preparan viejos Ford y Chevrolet para mostrar su joya, su vehículo terminado a gusto del dueño. En ocasiones, rescatar una vieja coupe Ford 32 ó 34, un Chevy 37 ó 39, comprar un V8 clásico o rectificar el original, enviar todo a restaurar a un taller especializado y obtener como resultado un auto a "capricho" del usuario puede llegar a valer desde 40.000 hasta 300.000 dólares.

Hay equipos especiales de diseño que fabrican Hot Rods con motores de Corvette o Mustang; es decir, que técnicamente son bastante modernos, luciendo una hermosa y clásica carrocería. Dos de los mejores diseñadores son Boyd Coddington y Chip Foose. Éste último diseñó el 0032 (ver fotografía).

En la década del noventa, cuando más impulso tomó la idea de hacer autos con reminiscencia de modelos del pasado, Chrysler presentó un concept que generó delirio en los Salones de autos en todo EE.UU. El Plymouth Prowler con sus ruedas inmensas y apenas cubiertas por pequeños guardabarros, una silueta de los años 30 y un motor V6 de más de 200 HP fue un éxito de ventas; algo que ni Chrysler esperaba.

Es evidente que los Hot Rods siguen y seguirán siendo el objeto de deseo de un grupo más que numeroso, es como el sueño que uno engendra desde niño. Afortunados ellos que tienen la oportunidad de hacer frente al enorme costo de llenar el tanque de combustible...

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© Adrián Blanco 2004 – Prohibida la reproducción total o parcial de texto y/o imágenes sin consentimiento explícito por escrito del autor.


por Adrian Blanco