El mundo de las carreras de autos

Los intereses financieros de las grandes empresas que publicitan en los autos de competición, pueden más que la voluntad del público seguidor de un deporte que año a año incrementa el volumen de dinero en juego.

Suena injusto pero es real. La competencia no solo se da en la pista sino en las oficinas. Los intereses creados alrededor del deporte motor, traen como consecuencia que las categorías se formen, conformen y desenvuelvan en base a objetivos de lucro. Estudiemos de manera rápida y cuidadosa, la situación planteada. Una categoría de automovilismo es una empresa, que maneja proveedores, prestadores de servicios, puntos de exhibición y consumidores finales.

  • Las automotrices aportan autos y/o motores, acompañado por desarrollo tecnológico, con la expectativa de alcanzar el éxito deportivo, para luego verlo reflejado en la venta de sus productos en el mercado. Una empresa con autos campeones siempre será asociada al éxito. Históricamente ha sido así.

Aquí entra en juego la publicidad; el auto campeón siempre promociona sus proveedores de sistemas de electrónica, lubricantes y combustibles, neumáticos, etc. Decir, por ejemplo, que Shell es el lubricante de Ferrari, o que Firestone abastece de neumáticos a la Ford M.C., resulta ser un muy buen argumento de venta

  • Los pilotos son el nexo entre el público y el espectáculo. Por ello es de vital importancia que tengan la capacidad de atraer a los espectadores, compartir con ellos sus logros, involucrarlos profundamente para tenerlos pendientes de todo lo relativo al ambiente: cambios de equipos, rivalidades entre pilotos... esto de traduce como: lograr buena asistencia a las carreras, venta de merchandising, rating para los programas de la cadena con los derechos de exclusividad de transmisión, navegantes de la página web de la categoría, etc. A su vez la categoría, tiene como compromiso dar lugar al crecimiento profesional de sus integrantes, pilotos, dueños de equipos, directores deportivos y administrativos, etc.

  • Los circuitos elegidos, y su ubicación geográfica, son otro punto crítico. La elección estará dada, entre otros factores, por performance de los autos, pistas apreciadas por ser consideradas tradicionales de una región y segmentación demográfica de mercado consumidor.

El tipo de circuitos hace al tipo de espectáculo a ofrecer, considerando siempre las características técnicas de los autos en cuestión. Citaré un ejemplo: 7 años atrás la serie CART adoptó un tipo de alerón trasero utilizado sólo en superóvalos. A velocidades entre 350 y 400 km/h genera un flujo de turbulencia tan importante que deja un espacio de vacío tras el vehículo, como consecuencia el auto perseguidor se succionaba al de adelante saliendo despedido al frente.

Una carrera llegaba a tener más de 50 cambios en la punta a lo largo de 200 vueltas. Parte de la atracción también son los accidentes. La CART corre tanto en circuitos ovales, callejeros, permanentes y semipermanentes, asegurando satisfacer todas las posibles expectativas de un muy diversificado público.

  • El seguidor es en realidad determinante por determinación de quienes manejan el negocio. La opinión del espectador, lamentablemente, es muy influenciable a través de los medios.

No es solamente cuestión de contratos publicitarios, ni tampoco la velocidad lo es todo. Impresionar a los espectadores con autos rápidos y sobre todo sofisticados, es una de las claves para atraer entusiastas. La Fórmula 1 acapara todas las miradas de los entusiastas del automovilismo deportivo. Es considerada como la categoría líder en avance tecnológico, sin embargo, como espectáculo deportivo es sinceramente muy pobre.

Para fines de los noventa la categoría CART alcanzó su máximo auge. Contaba con excelentes pilotos y recursos técnicos. Llegó a amenazar a la F1 en cuanto a niveles de audiencia. En la actualidad, agoniza en todo sentido. Es el resultado del avance de la Indy Racing League, categoría de menor peso, pero que reparte premios muy abultados.

La IRL coqueteó con los fabricantes de chasis y motores, los cautivó con promesas de buena publicidad y muchos dólares por cada carrera ganada. Fue así que compañías como Honda y Toyota, abandonaron a la CART y sus compromisos contractuales, para beneficiarse con las ventajas de participar en un nuevo emprendimiento que generaba expectativas de evolución en la categoría.

Teóricamente, todo el manipuleo y los intereses en juego deberían ayudar a las diversas categorías a crecer y evolucionar. En algunos casos es así y los resultados son realmente satisfactorios para todos los involucrados. En otros, se obtiene como conclusión que evolucionar puede ser muy perjudicial para la categoría, poniendo en riesgo su existencia. Categorías como el Turismo Nacional en Argentina, son muestra de ello. La clase 1 compite por alcanzar a la 2, y simultáneamente la 2 por ponerse a la par de la 3. Gran error. Las categorías promocionales, donde se foguean los jóvenes talentos, deben funcionar como trampolines. Se va ascendiendo de una a la otra, en la medida en que el talento lo permita.

© Adrián Blanco 2004 – Prohibida la reproducción total o parcial de texto y/o imágenes sin consentimiento explícito por escrito del autor.


por Adrian Blanco